sábado, 7 de enero de 2012

LA TORTUGA (fábula)


LA TORTUGA
Fernando Cinco

Érase una vez en las profundidades del mar donde vivía una tortuga, el animal más rápido de las aguas, quien gozaba de una hermosura y juventud que todos deseaban, pero que era sumamente envidiosa.
Un día, mientras estaba en su casa de concha disfrutando de un día soleado llego un lindo pececito quien tenia mucha hambre y que necesitaba un techo donde vivir; al tocar la puerta de la concha, la tortuga asomo la cabeza y al ver al pececito, le negó todo, pero en ese momento aquella linda y tierna criatura marina se convirtió en un monstruo con poderes malignos, quien dijo a la tortuga que no debía ser tan envidiosa y presumida porque no sabia cuando ella iba a necesitar la ayuda de otros animales. La tortuga se soltó riendo y con la frialdad que la caracterizaba respondió.
--¿Acaso crees que yo necesito de alguien? Soy la criatura mas rápida y poderosa del océano, todos pelean por estar cerca de mi, servirme y algunas hembras hasta desean pasar el resto de sus vidas conmigo, pero yo no hago caso a todos ellos, porque no tienen mi nivel, ni nada que me interese, son inservibles.
A lo que el monstruo respondió:
-- Que tristeza me da que alguien como tu desperdicie su vida en ser tan vanidosa, piensa: tu deberías ayudar a todas las criaturas de esta agua
-- Talvez si, pero yo soy feliz como soy, y no quiero ayudar a nadie, así que márchate, porque tu fealdad se me puede contagiar.
-- Bueno me marcho, pero te lo advierto, te vas a arrepentir de no haberme brindado alimento ni hogar, desde hoy; no podrás salir nunca más de tu casa, tendrás que llevarla en hombros por siempre y serás la criatura más lenta del océano.
Una vez mas la tortuga rió sarcásticamente y opto por guardarse en su concha. A la mañana siguiente, escucho a varios animales jugando y las ganas de divertirse el ganaron, así que intento salir de su casa pero…… Oh Dios, su casa era ahora su caparazón y no lo podía abandonar, pero aun le quedaba su velocidad, así que de igual manera podría jugar, hasta que se percato de que: el caparazón era demasiado pesado y ya era muy lenta, aunque igual de vanidosa que siempre pensó que su belleza y juventud le bastaban y decidió caminar por el mar, andando torpemente se llevo una muy desagradable sorpresa, ninguna hembra se le acercaba, por lo que fue a verse en un espejo y contemplo que todas las cualidades que antes poseía se habían esfumado, su belleza era opacada por su concha y su juventud la había perdido por tanta preocupación.
Luego triste, se puso a pensar y por fin pudo comprender que su comportamiento no había sido el adecuado y decidió buscar al pececito, una vez que lo había encontrado le contó lo arrepentida que estaba y le rogó para que la volviera a la normalidad pero… aquel pececito solo era un aprendiz de mago y no sabia como deshacer hechizos así que solo pudo decirle:
-- Hermana mía, siento no poder ayudarte pero… deberías ver el lado bueno del asunto… ahora pocos animales pueden dañarte, nunca mas tendrás frió y nadie te presionara para que hagas las cosas rápido pues comprenderán tu lentitud, además tus crías, en su etapa de juventud; serán tan bellos como lo eras tu antes.
Tras un tiempo de cavilaciones, la tortuga respondió:
-- Tienes razón, solo me fijaba en lo malo de esto, pero, ¿Cómo pude ser tan ciega?, tal vez perdí mi belleza pero obtuve una enseñanza mucho mas importante, lo material o físico se pierde algún día, en cambio, la sabiduría obtenida después de un fracaso, perdura para siempre.


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